miércoles, 22 de junio de 2016

Y apareciste tú.

El mundo dejó de girar en torno a mí comenzando a ser tú el punto medio, dejándome incapacitada para caminar. Llegaste con cien mil sonrisas que arrebataste con una sola lágrima.

¿En qué momento dejé a un lado las falsas promesas de amor, los falsos te quiero…? ¿Cuándo dejé de pensar que hay millones de peces en el río como para sufrir por el único que no pudiste pescar?

Comenzaron los verdaderos te quiero, los te amo callados, las promesas de amor dentro de mi interior justo cuando apareciste tú, con el corazón partido, quizá hecho añicos. Como un pájaro con un ala rota buscando desesperado una rama para descansar. Fui tu rama que se convirtió en nido, intentado reparar cada parte de ti, deseando que nunca quisieras volar dejos de mí.

Con falsas esperanzas quise volver a hacerte creer, no en cualquiera, sino en ti. En ti a mi lado. Hubo momentos en los que pensé que era posible, momentos que tú mismo creaste. Con cada palabra, cada mirada, cada sonrisa… Pero al igual que los creaste los derrumbaste, pasando de 1000 a 0 en un simple segundo. Y al final volaste, ni siquiera miraste hacia atrás, total, ya no había mucho que ver. El nido habías destrozado, sólo quedaba aquella rama que encontraste ahora sin vida apenas, sin querer que ningún otro pájaro con o sin alas rotas vuelva a posarse con pensamientos de quedarse.


Ahora miras la vida de otra manera, miras más atrás, y para mejor o para peor eres feliz así. Yo sin embargo miro la vida a través de un vaso de cristal, sentada siempre en la misma parte de la barra del bar, desviando de vez en cuando la mirada hacía la puerta por si alguna vez decidieses entrar para volver a sonreírme, para volver a agarrarme entre tus brazos y repetirme una y otra vez que quieres que te arregle para así volver a ser nido, volver a ser yo y que volvamos a ser nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario